Un viaje personal que me lleva por rincones apartados de mi país y de mi alma.
Cuando decidí dejar Perú, me invadía una mezcla de rabia y frustración. Siempre creí que siguiendo el camino correcto podría alcanzar mis metas, trabajaba largas horas para tener una buena vida, pero parecía no servir de nada. Dos razones explican por qué las cosas no funcionaban:
En primer lugar, la inmensa corrupción en el país, una corrupción que destruye vidas de gente honrada y buena llenándote de desesperanza, me recordó a la canción “El asesino de la Ilusión» de Daniel F. donde habla acerca de los dictadores modernos que roban, matan a personas y sus sueños
En segundo lugar, no tenía un camino claro, solo trataba de remar en una corriente que no sabía a dónde me llevaría. Esto, junto con mi espíritu viajero, se sumó a una oportunidad de trabajo aquí en España. A pesar de sus errores, este país me dio otra perspectiva sobre cómo trazar mi camino, fue aquí donde descubrí la fotografía como medio para expresar sentimientos, puntos de vista y lograr un equilibrio mental.
Durante muchos años, estuve en conflicto con mi país, con recuerdos dolorosos de amigos y familiares que veían sus sueños desmoronarse sin encontrar un camino, pero finalmente me di cuenta de que toda esa rabia y frustración eran solo mías, y que los enemigos eran un grupo de personas infectadas por la codicia que traicionaban la confianza de quienes creían en ellos.
Antes había viajado a mi país solo para visitar a la familia, pero esta vez decidí explorar las maravillas de mi tierra lejos de la capital y sus gobernantes corruptos. Al observar cómo la gente, abandonada por su gobierno durante tanto tiempo, se organizaba para mejorar sus vidas y pueblos, comprendí que lo estaban haciendo mucho mejor que cualquier político. Mi gente, a la cual estoy ligado por conocer la frustración, me demostró que estaba equivocado.
Recorriendo los paisajes de la selva y la sierra peruana, expulsé el veneno que se había inyectado en mi sangre durante mis años allí. Esta vez estaba en otro lugar, donde el aire entraba en mis pulmones de una manera limpia, ofreciéndome calma y serenidad. Rodeado de la naturaleza que muchos desprecian y sin embargo, no podríamos vivir sin ella, caminé, toqué y reconecté con ella.
En mi vuelo de regreso, no dejaba de pensar en mi suerte. Conozco dos mundos: uno moderno que me ayudó a encontrar mi camino, y otro que, aunque carece de la modernidad del primero, está lleno de un entorno natural propicio para la vida y la reflexión. Ahora sé que debo disfrutar más de él con lo que tenga y nunca perder mi conexión natural.
Si quieres ver la galería de fotos de este viaje click aquí y el equipo que he usado para hacerlas está aquí.