Pequeña historia de como un plato de comida despertó mi empatía.
Cuando estudiaba fotografía llevamos el tema de fotografía gastronómica, el profesor a cargo nos decía que lo mas importante era un buen balance de blancos, una iluminación muy controlada y un encuadre acorde a la situación, yo pensaba ¡hombre! como todo en la fotografía, en plan yo nunca haré fotografía gastronómica porque no era lo que quería hacer en ese momento, pero pasa lo que tiene que pasar.
En el proceso de ir creciendo como fotógrafo empiezas a enfrentar retos y claro esos retos implican ir dando la respectiva importancia a lo que haces, la diferencia de la fotografía gastronómica es que necesitas que sea lo mas exacta a la realidad ya que en retratos en exterior o paisajes se puede jugar con la coloración y el balance de blancos y en fotografía gastronómica no, si fallas en una de estas tres reglas arruinarás la sesión, tu trabajo será mayor en edición y eso no es rentable para un fotógrafo.
Habiendo superado este reto que dio una bofetada a mi ego personal con este tipo de fotografía, pensé en algo que va mucho mas allá, la indiferencia y el menosprecio a algo distinto a lo que tu haces o si eres de izquierda o derecha, pobre o rico, fotógrafo o pintor etc. Me di cuenta que en algo no me había equivocado y es escoger ésta carrera porque siendo fotógrafo puedes eliminar esas indiferencias, puedes dar voz a esa gente que nadie escucha, porque puedes contar historias con imágenes.
Claro no estoy diciendo que todos los fotógrafos profesionales tenemos que salir a hacer fotografía documental o periodística si no que hagamos lo que sabemos hacer o lo que mejor se nos da, sin menospreciar a nadie y tener empatía con el resto de la gente que hace algo distinto.
La fotografía es un medio para un fin, hagamos que este fin sea lo mas cercano a la realidad como hacer una fotografía gastronómica.
Pd : Aunque me especializo en fotografía de retratos, lifestyle y documental nunca le digo no a la fotografía gastronómica.
